‘Almería Clasijazz 7-4-5-3’

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Almería es como Twin Peaks, uno de esos lugares en los que nunca pasa nada hasta que sucede algo. Como allí con Laura Palmer, la prensa nacional mira hacia este rincón cuando las crónicas viran a negro, mientras que aquellas pequeñas cosas que hacen grande a una ciudad se pierden como lágrimas en la lluvia. Este es uno de los encantos de los medios locales: dar fe de esas historias cuya banda sonora se escribe con las voces de los privilegiados que están en el lugar oportuno en el momento indicado. Así ocurrió el sábado en la sala Clasijazz, templo musical que recibió al veterano pianista norteamericano Barry Harris.

Cuando el día pensaba ya en irse a la cama con la promesa de una hora más de sueño, el local de la calle Maestro Serrano latía en otra longitud de onda, la que uno imagina que debe recorrer la Nueva York que dibuja Woody Allen.

Allí, en Clasijazz, al filo de las once, después de tres jornadas impartiendo un seminario y con una cuarta esperando al amanecer, irrumpió en silencio, abriéndose camino hacia el escenario entre butacas y aplausos, el joven octogenario Harris.

Acompañado por Bori Albero al contrabajo y Jimmy Castro a la batería, los dedos del músico de Detroit acariciaron el piano para hacer sonar ‘Bésame mucho’. Fue el primer tema de una noche mágica, un concierto memorable no sólo por la oportunidad de poder ver a una leyenda del jazz, alguien que ha tocado con tipos como Charlie Parker o Miles Davis, sino por la lección de vida que Harris transmite cuando se ensimisma entre las teclas, cuando comparte confidencias con los espectadores.

“Estoy aquí a ver si se me pega algo”, decía con una sonrisa el pianista Ramón García, quien el viernes 14 abrirá en el Apolo su Taberna del Piano dedicada a McCartney. “Suena a añejo en el mejor sentido: ya nadie toca así”, reflexionaba el músico Germán Maqueda, quien en breve recuperará su tributo a Antonio Vega en el escenario de Clasijazz.

Barry Harris, durante su actuación en la sala Clasijazz. (Foto: Manuel Rubio López)

Barry Harris, durante su actuación en la sala Clasijazz. (Foto: Manuel Rubio López)

Del repertorio que Harris desgranó en Almería (con piezas como ‘A time for love’, ‘Ruby my dear’, de su admirado Monk, o ‘Tea for two’), dos momentos únicos: cuando en la recta final sonó la bellísima ‘Nascimento’ y cuando creó de la nada un tema a partir de cuatro notas distintas elegidas al azar por el público, uno de los juegos de improvisación con los que deslumbra en sus clases. “La llamaremos ‘Almería Clasijazz 7-4-5-3”, anunció Harris. “Ya tienes tu titular”, me sugirió el periodista Antonio Sánchez de Amo. Y así es. Un titular que suena a vuelo con destino al que durante aquella noche fue el mejor club de jazz del universo. Aunque quizás siempre lo sea gracias al talento, al tesón y a la inagotable ilusión infantil de Pablo Mazuecos.

(Publicado en LA VOZ DE ALMERÍA, viernes 31 de octubre de 2014)

Nubes, fábulas y rock and roll

En el ecuador de su concierto del sábado 5 de abril, Manuel Carmona, al bajo, y Juan Luis Pérez e Iván Navas, a las guitarras, tomaron el Teatro Apolo de Almería, donde presentaban su primer disco, Nubes y fábulas (Foque/Avispa). Los tres músicos, es decir, Cables Cruzados, recorrieron el patio de butacas, hicieron equilibrios sobre los palcos y se subieron al anfiteatro sin dejar de tocar. Si el rock es un estado de ánimo, aquello fue un festivo delirio.

La banda almeriense llenó para desnudar un álbum cargado de futuro: catorce temas propios en castellano, rock de influencias variadas con incursiones en el pop ‘indie’; melodías efectivas que no renuncian al riesgo; letras directas donde el humor y la ironía son un salvoconducto contra los delirios de grandeza; y guiños al propio rock como género, universo y modo de vida.

Las virtudes del disco se acrecentaron en un potentísimo directo con el que la banda demostró su rodaje y los buenos amigos que tienen en la escena local: Ramón García (teclados), José Antonio Villodres (percusión) y Manuel Jesús Garrido ‘Ico’ (batería y cuarto ‘Cable’ en los directos), además de las colaboraciones de Juan Diego y Jose de Fumangie (en la exquisita ‘Dentro del espejo’), Pedro de Bernardine Pussy y Juan de El gato que sabía demasiado (toque canalla al rock de carretera ‘Guía Michelín’) y Fran de Rolenzos (enorme su voz en la enérgica ‘Mejor sin ti’).

Cables Cruzados y amigos, tras el concierto en el Teatro Apolo de Almería. (Foto: EvaZeta)

Cables Cruzados y amigos, tras su concierto en el Teatro Apolo de Almería. (Foto: EvaZeta)

No faltó ni un corte del disco, hora y media donde los tres integrantes de Cables Cruzados se alternaron en la voz principal. Imprescindibles la luminosa ‘Fotofobia’, su primer sencillo (de justicia que sonara ya en radiofórmulas); la referencial ‘Qué fue de la revolución’; la intimista ‘Robinson’; la colorida declaración de amor a la tienda de discos ‘La Caverna’; y la contundente ‘Marly’, con delicada introducción de Ramón García.

Cables Cruzados (mañana viernes en la Sala Boite de Madrid) demuestran tener los pies en el suelo aunque caminen entre ‘Nubes y fábulas’. Talento, trabajo y sentido común son sus credenciales.

(Publicado en LA VOZ DE ALMERÍA, jueves 10 de abril de 2014)

 

El tren de Indy

Los almerienses llevamos semanas oyendo de trenes que encuentran piedras en las vías para jamás llegar a tiempo o que, directamente, pasan de largo y despedimos ésta mirando a Guadix, donde llega uno cargado de buenos recuerdos. Andan celebrando allí los 25 años del rodaje de Indiana Jones y la última cruzada, cuando Steven Spielberg transformó su estación en la de Iskenderun. Una secuencia pequeña que no ha impedido que los accitanos hayan diseñado un programa tan sencillo como atractivo: su Banda Municipal interpretando música de cine, fiestas de disfraces, una exposición, visitas guiadas, exhibiciones de especialistas y el domingo, como fin de fiesta, la conversión de la estación en el lugar por el que pasearon Indy y su padre.

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La estación de tren de Guadix se transformó en la de Iskenderun en ‘Indiana Jones y la última cruzada’.

Lo mejor del evento es que ha unido a entidades municipales y privadas, con el aliento de un centenar de voluntarios y, gran acierto, de la Asociación de la Comunidad Fan Española de Indiana Jones. En Almería ha habido iniciativas así (aquel Rolling Roadshow sobre la Trilogía del dólar que casi trae a Tarantino o las jornadas ‘Desierto y rock’ que aunaron música y cine al aire libre con Straight to hell) pero al ‘déjà vu’ tan nuestro de “esto cuándo ha sido, que no me he enterado” se suma la sensación de que estamos solos ante el peligro, de que alguien quiere que nunca subamos al vagón del turismo cinematográfico.

Junto al cine de Leone, Indiana Jones y la última cruzada es la obra rodada en Almería que más entusiasmo levanta en el mundo. Sería una pena que, unos por otros, nos durmiésemos en el andén esperando otro tren fantasma que quizás nunca llegue.

(Publicado en LA VOZ DE ALMERÍA, viernes 24 de mayo de 2013)

Searching for Joe Strummer

Nunca había oído hablar de un músico llamado Sixto Rodríguez hasta hace unos meses. Posiblemente usted tampoco. Ni los miles de espectadores que lo han descubierto gracias a Searching for Sugar Man, Oscar al mejor documental y una de las películas más emocionantes de la última década.

¿Quién fue Rodríguez? Un tipo de Detroit que sacó un par de discos a principios de los setenta y cosechó un fracaso tan rotundo como para colgar la guitarra y desaparecer del mapa. Años después, sus canciones llegaron a Sudáfrica (¡?) y sus letras se convirtieron en himnos contra el ‘apartheid’. Dicen que allí llegó a ser más popular que Elvis, aunque él nunca lo supo.

Searching for Sugar Man reconstruye cómo dos seguidores deciden averiguar qué pasó con Rodríguez, por qué nunca volvió a editar un disco y si, como decía la rumorología, se había quitado la vida sobre un escenario. Entre la intriga detectivesca y el reportaje periodístico, el documental del sueco Malik Bendjelloul ofrece sorprendentes respuestas. También están en Google, sí, pero dejénse llevar, si tienen la ocasión, por un filme excepcional.

Su recuerdo me acompaña cuando veo, por fin, Quiero tener una ferretería en Andalucía, del catalán Carles Prats y los almerienses Antonio J. García, ‘Che’, y Javier Navarrete Fernández-Nieto. Recién editado en DVD, y en el cine Cervantes sólo durante el fin de semana, este documental muestra el vínculo de Joe Strummer, líder de The Clash, con Granada y Almería, especialmente con nuestra provincia, a la que estuvo íntima y sentimentalmente ligado en los últimos quince años de su vida. No es una biografía de la estrella, al contrario: es el dibujo del tipo corriente que sonreía como un crío bajo el ropaje de icono del punk que veían los demás. Los que lo conocían, claro, porque aquí no dejaba de ser un guiri más, excéntrico, divertido, inolvidable para quienes le amaron. Y fueron muchos.

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Joe Strummer, en uno de los videos caseros recuperados para el documental.

Quiero tener una ferretería en Andalucía es enorme. Así de claro. Su desparpajo narrativo y la alegría de sus testimonios suplen la falta de medios. Es desgarbada pero ágil, te hace reír y te emociona, sientes envidia por no haber tratado a ese inglés que ondeaba banderas de patrias sin nombre en su casa de San José y decía que El Bar de Jo era el mejor lugar del universo.

Searching for Sugar Man y Quiero tener una ferretería en Andalucía se complementan como dos amantes. Hablan de música y de la fama: de cómo te esquiva o cómo puedes desear esquivarla. Hablan de quiénes somos frente a lo que los demás creen que somos. Y transmiten felicidad, te hacen sentir vivo. Que, en el fondo, es lo único que importa en este mundo.

Quiero tener una ferretería en Andalucía se proyecta el sábado 11 y el domingo 12 de mayo en el cine Cervantes de Almería. También está a la venta en DVD.

(Publicado en LA VOZ DE ALMERÍA, viernes 10 de mayo de 2013)

Manuel Martín Cuenca: “El deseo, la muerte y el morbo son materia del ser humano y del cine”

El cineasta almeriense Manuel Martín Cuenca recibe esta noche el homenaje del Festival de Cine Español de Málaga, que le concede su premio ‘Eloy de la Iglesia’ por ser una de las voces «más personales e innovadoras» de nuestro cine y por su «sólida y sugerente» filmografía. Por este motivo recupero la entrevista que concedió a LA VOZ DE ALMERÍA con motivo del rodaje de su nuevo filme, ‘Caníbal’.

Jueves noche. Manuel Martín Cuenca (El Ejido, 1964) afronta una de las últimas jornadas del rodaje de su cuarta película de ficción, ‘Caníbal’, escrita junto a Alejandro Hernández, su guionista habitual desde ‘Malas temporadas’.

Durante ocho semanas, Granada ha acogido a todo el equipo del filme, protagonizado por el cada vez más imprescindible Antonio de la Torre y un nuevo rostro que dará mucho que hablar, la actriz rumana Olimpia Melinte.

Antes de ponerse detrás de la cámara, Martín Cuenca, que recibirá en el Festival de Cine Español de Málaga el premio ‘Eloy de la Iglesia’ por ser uno de los autores más personales del cine español, atiende la llamada telefónica de LA VOZ.

En sus anteriores trabajos había ciertos elementos de thriller pero en ‘Caníbal’ la intención parece clara. ¿Tenía ganas de abordar este género?
No creo que haya una gran diferencia entre esta película y otras mías. Siempre he intentado trabajar el misterio aunque en ésta, quizás, está trabajado más el suspense, la idea de lo que el espectador conoce y no sabe alguno de los personajes.

¿Cómo define entonces el filme?
Más que un thriller, ‘Caníbal’ es un ‘film noir’, cine negro, con una historia criminal como estructura para contar lo que me interesa contar: dilemas morales, historias de amor complejas. En el fondo, es una película intimista pero con una trama criminal que de alguna manera sostiene y complejiza esa historia de amor.

Ha cambiado la Almería de ‘La mitad de Óscar’ por Granada, dos lugares complementarios que conoce bien. ¿Cómo es la Granada que retrata, tan extraña para el cine?
Es curioso. Granada es una ciudad muy hermosa y una provincia de contrastes increíbles: Sierra Nevada, los picos; la ciudad, una ciudad con una tradición, con una cultura con muchas capas, una detrás de otra; la costa: Motril, Almuñécar, Salobreña… Es una provincia visualmente muy rica aunque, por cuestiones supongo que de producción, no se ruedan películas que no sean esencialmente históricas. De ahí mi idea de volver a Granada para situar una historia contemporánea que podría ocurrir en otro lugar en una ciudad como ésta, que podía aportar a la película unos paisajes de una naturaleza muy hermosa. Y, como me ocurrió en Almería, he utilizado de nuevo la naturaleza y el paisaje, de manera consciente e inconsciente, como parte de la narración.

En ‘La mitad de Óscar’, Antonio de la Torre tenía un papel pequeño pero crucial. Aquí es el protagonista absoluto, presente en todos los planos. En este tiempo ya es uno de los rostros fijos del cine español. ¿Cómo ve su evolución?
Es un gran actor. Él era el protagonista de uno de mis primeros cortos, ‘Hombres sin mujeres’, luego hicimos una ‘tv movie’ en Galicia, ‘El tesoro’, y más tarde ‘La mitad de Óscar’. Es un actor que va creciendo, evolucionando, construyéndose poco a poco; que va teniendo más madurez, más sabiduría, porque va creciendo como persona, porque vamos teniendo más años, porque va buscando. Es muy bonito pensar que cuando hicimos aquel corto él era un actor que estaba peleando por entrar y yo era un director que estaba peleando, incipiente, que ni siquiera era director. Es un lujo tenerlo y ver cómo ha crecido como actor y cómo puede llegar más lejos porque es grandísimo.

Manuel Martín Cuenca charla con Antonio de la Torre en un descanso del rodaje de 'Caníbal' en Granada. Foto: Marino Scandurra.

Manuel Martín Cuenca charla con Antonio de la Torre en un descanso del rodaje de ‘Caníbal’ en Granada. Foto: Marino Scandurra.

¿‘Caníbal’ forma junto a ‘La mitad de Óscar’ algún díptico sobre los tabúes?
No de manera consciente pero de alguna forma las películas están relacionadas porque al final el director es quien más metido está en todo el proceso. Inevitablemente vuelves a temas y aunque intentes cambiar, que es lo que yo hago, vuelves a tener tus obsesiones, tus cosas, tu inconsciente está ahí, reflejándose en la película. Alguien me decía hace poco que vaya tres películas, porque en ‘La flaqueza del bolchevique’ hablaba de la pederastia, en ‘La mitad de Óscar’ del incesto y aquí del canibalismo. Puede que sea así pero no he sido consciente.

En ‘Caníbal’, Antonio de la Torre es un sastre bien asentado en la sociedad granadina que asesina y devora a mujeres hasta que se enamora. El tema es morboso. ¿Cómo lo ha abordado?
Hay una cosa que es materia del ser humano y del cine: el deseo, la muerte, el morbo. He intentado trabajar con eso en la película. No de manera explícita, no me interesa nada ‘gore’, pero sí he intentado que las imágenes sean poderosas y evoquen; que de alguna manera sean inquietantes por lo que sugieren y significan, no por lo que se vea explícitamente en ellas.

La historia formó parte del prestigioso mercado de proyectos del Atelier del Festival de Cannes y fue seleccionada en Cinemart, mercado de proyectos del Festival de Rotterdam. ¿Por qué ha enganchado tanto?
No lo sé, la verdad. No sé si es una premisa poderosa, o curiosa, contar una historia de amor con el canibalismo, con la materia del mal, pero nos ha abierto muchas puertas. Es una contradicción increíble que en el momento tan difícil en que vivimos haya sido el proyecto más fácil de poner en pie. Pero la vida es así, quizás la próxima me cueste horrores hacerla.

A Antonio de la Torre le da la réplica una actriz rumana desconocida, Olimpia Melinte. ¿Qué puede contar de ella?
Es una magnífica actriz, muy joven, que ha hecho algunas cosas en Rumanía e Italia aunque no muchas, así que realmente va a ser un descubrimiento. Procede de un largo y meticuloso casting que hicimos durante varios meses, como a mí me gusta, y en el que vimos a muchas actrices. Al final cerramos con un coproductor rumano y terminamos haciendo un casting en Bucarest. Aparte de que sea una gran actriz, que lo es, la conjunción de Olimpia Melinte y Antonio de la Torre era la perfecta para la película. Eso fue lo que realmente me terminó de decidir.

(Publicado en LA VOZ DE ALMERÍA, domingo 7 de abril de 2013)

Juan Francisco Viruega: «Solsticio’ es el texto más oscuro que he escrito hasta ahora»

Almería, Tabernas, Aguamarga, La Isleta del Moro y Tabernas han sido las localizaciones en las que Juan Francisco Viruega (Roquetas de Mar, 1982) rodó en la primera quincena de marzo su nuevo cortometraje, Solsticio, prólogo del que podría ser su debut en la larga duración, Una ventana abierta al mundo.

Producido por El Cabo Producciones, con la ayuda de Diputación de Almería, Instituto Andaluz de la Juventud y Ayuntamiento de Roquetas de Mar, y con el apoyo de Fernando Contreras, Rafael Úbeda, el Parque Natural de Cabo de Gata y Alvacar, Solsticio cuenta con reparto de lujo encabezado por Ingrid Rubio en el que también figuran Petra Martínez, Manuela Vellés, Cecilia Freire y Javier Botet.

Antes de iniciar el rodaje, Viruega –que impartirá un curso de cine en la Escuela de Imagen y Sonido de Almería y después viajará a Cannes para presentar su anterior corto, Postales desde la luna— ofreció una entrevista a ‘La maleta de Kaplan’ en la que desvela las claves de este esperado trabajo.

¿Qué es Solsticio y qué puntos de conexión tiene con sus dos cortos anteriores?
Es la historia de Joana: una exitosa directora de ópera que, justo cuando preparaba La Flauta Mágica, pierde a su marido y a su hija en el marco de un mundo apocalíptico, y regresa al hogar familiar en busca de refugio y redención. Y quizá este sea el principal nexo con Postales desde la luna, mi anterior cortometraje. Pero si en aquél se trataba del retorno al útero materno, esta vez nos centramos en el reencuentro con la figura patriarcal, que a su vez simboliza ese ‘templo de la sabiduría’ o el ansiado ‘estado superior de conciencia’ al que apela la ópera de Mozart.

Sorprende la rotundidad del reparto. Cinco rostros conocidos, con trayectorias realmente fantásticas. ¿Cómo ha conseguido esos nombres? ¿Tenía claro que tenían que ser ellos?
Es el texto más oscuro que he escrito hasta ahora, no sólo por la complejidad de los personajes, sino por las circunstancias tan extremas que los rodean. Como en La flauta mágica, hay distintos niveles de lectura. En la superficie es un drama familiar. Pero creo que también hay algo de género, próximo al suspense. Todos los que leen el guión coinciden en que destila un tono inquietante. Y era fundamental contar esta historia a través de actores que trabajaran la verdad, o al menos la verosimilitud, desde un sitio honesto. Así que Pablo R. Escola, mi ayudante de dirección y yo, empezamos a conformar el reparto con mucho cuidado. Siempre he seguido la carrera de Ingrid Rubio, la considero una de las mejores actrices de su generación. Tiene un magnetismo natural, cuando aparece en la pantalla no puedes dejar de mirarla. Y luego están Petra Martínez, Manuela Vellés, Cecilia Freire y Javier Botet. Trabajar con ellos supone cumplir varios sueños a la vez. Siempre he admirado sus trabajos, y ahora los admiro a ellos. Son magníficos intérpretes, pero aún mejores personas.

Tras Postales desde la luna rueda de nuevo en Almería. ¿Cómo será el paisaje que mostrará en esta ocasión? ¿Y el trabajo de fotografía de Álvaro Martín Blanco, similar al de Postales…?
La estética de Postales desde la luna es muy naturalista: se trataba de captar la esencia de Cabo de Gata, su paisaje y su luz. En esta ocasión vamos a apostar por un tratamiento más moderno, con fuertes contrastes y colores saturados. Además, estamos diseñando cada encuadre para seguir trabajando la imagen en posproducción, incorporando efectos visuales. Es la primera vez que ruedo en digital y me apetece explotar al máximo las posibilidades de este soporte.

Juan Francisco Viruega da instrucciones a Ingrid Rubio y Petra Martínez antes de rodar una escena de 'Solsticio'.

Juan Francisco Viruega da instrucciones a Ingrid Rubio y Petra Martínez antes de rodar una escena de ‘Solsticio’. Foto de Gonzalo Gálvez.

Siempre maneja referentes pictóricos y artísticos… ¿Cuáles son esta vez, aparte de La flauta mágica?
En Solsticio hay dos textos muy presentes, ambos ricos en simbolismo: uno bíblico-literario, el Apocalipsis de San Juan, y otro musical, La flauta mágica de Mozart. Ambos interaccionan y libran una lucha de fuerzas, y están materializados en los distintos personajes, que se acogen a la religión o al racionalismo para sobrellevar el ‘fin del mundo’ que se presenta ante sus ojos. El director artístico, Fernando Contreras, y yo hemos investigado mucho acerca de ambas corrientes, desde la iconografía medieval o barroca hasta referentes más contemporáneos, como William Blake. Fernando está siendo un pilar fundamental en la construcción del imaginario de Solsticio. Su labor y la de toda su familia en Tabernas para este proyecto es monumental.

El corto servirá de precuela para su primer largometraje, Una ventana abierta al mundo. ¿Qué puede adelantar de éste, cómo conectará ambas historias? ¿Repetirá reparto, localizaciones…?
Solsticio acaba justo donde empieza Una ventana abierta al mundo, mi proyecto de largometraje. Soy un poco supersticioso, pero la idea es rodar la película en Almería en los próximos dos o tres años. Pero vamos paso a paso, y a ver qué tal nos queda el cortometraje primero.

‘Cineclú’

El Teatro Apolo, el espacio cultural con más encanto de la ciudad, se convierte cada semana en una de esas salas que antes llamaban ‘de arte y ensayo’. El Cine Club Almería VO 35 (o ‘cineclú’, que hay confianza) ofrece algo tan sencillo, y al mismo tiempo complicado, como cine sin aditivos ni colorantes: en versión original y en 35 milímetros, con la serpiente de celuloide corriendo por la máquina de proyección.

Cada jueves –o miércoles, o viernes, según–, el ‘cineclú’ reúne a un (cada vez más numeroso) puñado de espectadores que recuperan la idea romántica de ir al cine, algo más que sentarse frente a una pantalla: expectación en la puerta, susurros en las butacas, ganas de ser sorprendido, una tertulia que se prolonga entre cañas sin el forzoso exilio a los centros comerciales…

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El Teatro Apolo, durante una de las proyecciones del Cine Club Almería VO 35.

Los amigos de La Factoría, encargados de la programación del ‘cineclú’, llevan años haciendo una gran labor, a pesar de alguna que otra zancadilla y de que pocos quieran apostar ya por la cultura. El premio es ver cada semana el Apolo lleno de vida.

Nunca hemos ido tan poco al cine pero vemos más cine que nunca: de forma más egoísta y menos colectiva, más partida (por las ventanas de exhibición, por las prisas), menos compartida. Hoy, aquí, en Almería, el ‘cineclú’ sigue alimentando la fe de una liturgia que poco a poco, tristemente, se va quedando sin fieles.

El ‘club’ que casa con ‘cine’ pocas veces tuvo más sentido.

(Publicado en LA VOZ DE ALMERÍA, viernes 19 de abril de 2013)

Los Goonies regresan a Almería

Quienes hemos crecido con un pie en las salas de cine y otro en el videoclub del barrio sentimos devoción por una serie de títulos sobre los que se ha erigido una posterior cinefilia y/o cinefagia. Cintas comerciales, cien por cien Hollywood, en muchos casos imperfectas como un rostro con acné, sí, realizadas con menos medios que los taquillazos que se merienda la muchachada actual pero también con mayores dosis de descaro, incorrección política y sano gamberreo. Películas convertidas en leyenda gracias a la onda expansiva del VHS, ‘trending topics’ en cumpleaños de ganchitos, medias noches y refrescos con burbujas. Como Regreso al futuro, Gremlins, Karate Kid, La princesa prometida o Cuenta conmigo por citar algunas, porque la lista puede ser tan extensa y variada según el álbum de recuerdos de cada cual. 

Sin embargo, hay un filme que es quizás el mejor ejemplo de ese cine desprejuiciado y ochentero, hoy reivindicado con la misma intensidad y entusiasmo con los que otros lo tachan de infantiloide y banal: Los Goonies, dirigido en 1985 por Richard Donner y escrito por Chris Columbus a partir de una historia de Steven Spielberg. 

Publicidad de ‘Los Goonies’ aparecida en el diario ‘La Voz de Almería’ en agosto de 1985

Quintaesencia del cine juvenil de aventuras, feliz encuentro entre el espíritu de las novelas de Los Cinco de Enid Blyton y las andanzas de Indiana Jones, Los Goonies posee todos los ingredientes de las grandes pelis palomiteras: humor, amor, emoción, acción, sustos, camaradería, ternura, superación. Y todo, ojo, sin superar los 120 minutos de duración.

Ahora, aquellos críos que siguieron entonces a Mikey, Brad, Gordi, Bocazas y compañía tras los pasos del tesoro tienen la oportunidad, convertidos ya en algo más que treintañeros, de volver a revivir aquella aventura en pantalla grande, regresando al rito de la sala oscura, a la liturgia del pasado compartido con otros. Hoy, o mejor dicho, dentro de unos días, Los Goonies regresan a Almería.

Tras el éxito cosechado en otras ciudades, la empresa Sintagmo –y me consta que no sin dificultad– ha conseguido traer el largometraje de Richard Donner a la capital, donde se estrenó en el Teatro Cervantes en el verano de 1985. Será, como los grandes eventos, por tiempo limitado: desde el próximo miércoles 5 y hasta el domingo 12 en una de las salas del Monumental. Y con un precio especial de cinco euros.

Así que ya saben: desempolven la chupilla vaquera, llamen a amigos a los que hace tiempo que no ven, compren palomitas sin reparo, elijan su butaca preferida, bailen en ella cuando suene el temazo de Cyndi Lauper  y si tienen ganas de aplaudir en los créditos finales, ¡háganlo, por Willie El Tuerto! Y, sobre todo, lleven a sus pequeños a que disfruten, quizás por primera vez, quizás como lo hicieron ustedes, con eso que llamamos la magia del cine. En sus ojos se verán reflejados con 27 años menos. Y será como volver a pasear por los muelles de Goon. Como si no existiera el mañana.

(Publicado en LA VOZ DE ALMERÍA, viernes 30 de noviembre de 2012)

El ‘sleeper’

Hay noticias que generan tan buen rollo en estos tiempos de titulares grises que justifican que este espacio, desaparecido en combate hace meses, regrese a la trinchera semanal con vocación de continuidad.

A lo que vamos. Ya he comentado alguna vez que siempre me ha gustado tanto el cine como aquellas pequeñas cosas que rodean al cine, tonterías como poder tomarte el café en una taza de Regreso al futuro, guardar en el bolsillo un llavero de Bullitt o llegar al trabajo con una camiseta de Los cazafantasmas.

Para los amantes de este tipo de coleccionismo –llámennos friquis, sí– existe un pequeño paraíso en Almería: está en la calle Zaragoza, junto al espacio que durante años acogió uno de los mejores videoclubes de la ciudad. Se trata de Riot Cinemashop, tienda que regenta el madrileño Carlos Domínguez, un diseñador gráfico que llegó hasta aquí por amor y que ha terminado dando vida a un negocio que ya es punto de encuentro para la comunidad cinéfila.

Carlos Domínguez, con parte de los alimentos recogidos durante la campaña solidaria. Foto de Juan Sánchez.

Cansado también de los titulares grises, Carlos tuvo recientemente una feliz idea: regalar una tablilla de cine a cambio de un kilo de comida. Es decir, con un paquete de macarrones y otro de arroz volvías a casa, por ejemplo, con los rostros de Al Pacino y Raquel Welch bajo el brazo. O alegrabas el despacho con los icónicos pósters de La ventana indiscreta y Kill Bill.

La cosa fue, cómo no, de película, y en menos de una semana se recogieron más de 300 kilos de alimentos. Y cuando las tablas se agotaron, la gente siguió realizando aportaciones, hoy ya en manos de Cruz Roja.

Esta pequeña gran iniciativa ha sido como un ‘sleeper’, ese título sin pretensiones que triunfa en la cartelera cuando nadie se lo espera, David yéndose de cañas con Goliat, un teletipo en Cinemascope.

Bravo, Carlos: ahora, a por la segunda parte.

(Publicado en LA VOZ DE ALMERÍA, viernes 26 de octubre de 2012)

El video 2000 (En recuerdo a Ernest Borgnine)

(Artículo publicado en el diario oficial de ‘Almería en Corto’ el 11 de diciembre de 2009)

El primer vídeo que entró en nuestra casa fue un Philips de sistema 2000, ‘kubrickiana’ denominación para un armatoste gris que en aquel principio de los ochenta parecía acercar ese futuro que ya pasó hace una década sin dejarnos coches voladores ni cruceros a la luna.

¿Por qué un video 2000 y no un VHS o un Beta, los que tenían mis amigos? Mérito de mi padre, siempre a la última en avances tecnológicos. Como todo el mundo sabe, aunque la mayoría lo haya olvidado, el video 2000 era infinitamente mejor que sus primos hermanos, aunque sólo fuera porque las cintas eran como las de casete y podían usarse por las dos caras. Casi nada.

Ahora me doy cuenta. Tener un video 2000 imprimía carácter, te hacía sentir distinto, un tipo con clase, aunque también te condenaba a un cierto ostracismo, a la soledad del aventurero: como tus amigos no podían pasarte Terminator ni Rambo, había que buscarse la vida rastreando el videoclub como Indiana en el templo maldito para ver hasta el último título -para todos los públicos, claro- que estuviese en alquiler en el Altamira, un Taj Mahal del entretenimiento audiovisual para la generación ‘Naranjito’.

Y de ese modo, en uno de mis eternos paseos entre sus estanterías (eterno no es un adjetivo exagerado ni gratuito: pregúntenle a mi madre), conocí al último premio ‘Almería, tierra de cine’. No debía tener más de diez años cuando alquilé por primera vez El superpoderoso. En la carátula, Terence Hill vestido de policía sentado encima de un arco iris sobre el cielo de Nueva York. Pero junto a su nombre no aparecía el de Bud Spencer sino el de un tal Ernest Borgnine.

A pesar de aquello, El superpoderoso acabó en mi video 2000: fue el principio de una hermosa amistad. En la película, Terence Hill es un poli con poderes por una exposición a la radiación (original, sí) y Ernest Borgnine es su jefe: entrañable, despistado, divertidísimo. Pasan mil cosas absurdas, infantiles, subrayadas por una musiquilla italo-ochentera divertidísima: sólo les diré que al final Terence Hill salva la vida de Ernest Borgnine escapando en un globo, que realmente es un chicle inflado con sus superpulmones.

Por eso, cuando supe quién recibiría el premio ‘Almería, tierra de cine’, no pensé en Marty ni en De aquí a la eternidad: como Proust con su magdalena, al escuchar alto y claro el nombre de Ernest Borgnine, mi mente rebobinó a los ochenta para rescatar del olvido El superpoderoso. Y me sentí tremendamente feliz. Cosas de haber tenido un video 2000.